El origen del español
Se acerca ya el día de las madres en todo el mundo. En algunos países coincide el día y en otros no, pero cabe resaltar que las fechas suelen ser muy cercanas entre sí. Sin embargo, hay una madre en particular que tenemos muy olvidada de celebrar. Una madre que nos ha acompañado durante siglos y sin la cual la humanidad completa estaría perdida. Estamos hablando de la madre de todas las lenguas, o al menos de todas las que nuestra civilización occidental contempla.
En busca de las raíces
Es muy difundida la idea de que el español al ser una lengua romance, tiene el mismo “parentesco” lingüístico que todas aquellas lenguas que derivan del latín. Sin embargo, cabe destacar que el latín también tiene un origen. Nuestro alfabeto, así como nuestros signos numéricos, provienen de una región ancestral de la que se cree, que deriva prácticamente todo nuestro origen lingüístico. Y muchos no se imaginan, pero estamos hablando de la región indoeuropea.
Bueno y ¿qué es este concepto y que tiene que ver la región de la India en todo esto? Pues resulta ser que en el siglo XVIII un lingüista llamado William Jones, notó lo que durante siglos algunas personas habían pasado por alto. Similitudes entre lenguas tan antiguas como el latín, el sánscrito y el griego antiguo sólo tenían una explicación razonable: provenían de la misma rama familiar lingüística. De ahí deriva nuestro antecedente más rastreable. Un tronco común que está más allá de la derivación lingüista de las lenguas romances.
El concepto de la filología indoeuropea incluye también la indogermánica e incluso lo indocelta. Es decir, estamos hablando de la verdadera madre de todas las lenguas. Y aunque este concepto se utiliza a veces de forma indistinta, no debemos dejarnos llevar por la emoción y perdernos la distinción de lo que los expertos lingüistas que nos antecedieron, nombraron como indogriego, pues esta referencia, posterior a la muerte de Alejandro Magno, y de la que debe su origen, atañe a otra época histórica con motivos y resoluciones distintas.
Naturalmente, esta teoría filológica, tiene sus detractores, y por buenas razones. No obstante que todo parece indicar que el comercio, las guerras y las conquistas, expediciones, y demás accidentes históricos, de choque sociocultural; así como la expansión del ser humano entre los territorios que recorrió a lo largo de miles de años entre el subcontinente indio y Europa, hace que la consecuencia más obvia sea la de satisfacer la necesidad de comunicarse. No en vano hemos poblado la zona durante miles de años, sin las restricciones que nos representaba el mar en la antigüedad. Nuestra necesidad de socializar siempre tiende a dejar un rastro que los arqueólogos del idioma, como Giovanni Semerano, han descubierto.
Todo suena muy bonito, pero ¿cómo podemos ver todo esto en nuestro idioma? Bueno, pues aún existen muchas palabras cuya raíz indoeuropea se asoma a la menor provocación. Un buen ejemplo es la palabra “nariz”. Su raíz indoeuropea es hnehs. Y esto deriva de la siguiente manera hasta nosotros: nasus (latín), Nase (alemán) , nosis (ruso) y nasa (sánscrito).
Esto es solo una prueba más de nuestro origen común, y ni siquiera es el más antiguo de todos. Así que aprender otro idioma que realmente está emparentado con nuestra lengua materna, no es tan difícil como se puede creer. ¡Feliz día de las madres a nuestra gran madre de la lengua!