Nestine
Como cada año, la ahora Catrina, ansiosamente espera la llegada del mes de noviembre, para ella es toda una fiesta pues sólo en un lugar del mundo, celebran su abrazo frío y al mismo tiempo cuidadoso, tierno y compasivo, pocos saben que es el comienzo de otra dimensión.
Ella ama profundamente a su padre, José Guadalupe Posada, oriundo de Aguascalientes caricaturista y grabador mexicano, ¿será por eso por lo que la hizo tan bella?, su figura en lugar de miedo arranca una sonrisa a quien la contempla, ¿quién más la hubiera engalanado con un sombrero de plumas de estilo europeo de finales del siglo diecinueve?, sólo el amor paterno dota de belleza a la muerte.
Discreta, sigilosa de nacimiento, tímida y antisocial o ¿acaso es agorafóbica? mmm… más bien creo que tiene pánico escénico, bueno así fueron sus primeros setenta y cuatro años hasta que conoció a su padrino, Dieguito, así le llama ella de cariño, un muralista guanajuatense.
Déjenme contarles como se conocieron
Al salir de una cantina Rivera alegre y tambaleante regresaba a casa, en medio de una noche espesa una blanca figura le esperaba en la esquina de esa calle, Diego muy propio la saludo.
– Buena noche Señorita, ¿qué hace tan solita?
– Buena noche caballero, mi reparo me aísla.
– ¿Cuál es su nombre?
– Calavera Garbancera.
– ¿Cómo? ¡su belleza es singular!, pero con ese nombre ni quien se le ha de querer acercar… si gusta, en este mismo momento, yo la bautizo con el nombre de Catrina
– ¿Catrina?, es corto, me recuerda a una catarina, ambas volamos, ¡si me gusta!
– Ahijada, te pido que poses para mi, serás famosa y siempre estarás acompañada.
Desde ese momento Dieguito, su padrino, es su amor platónico, gracias a él dejó las calles noctámbulas y empezó a viajar por el mundo, asegura ser la mejor poliglota del universo, desde su bautizo conoció el Síndrome Wanderlust hasta que un día en medio de una crisis existencial decidió regresar a sus terruños.
Era fin de octubre cuando descendió en la frontera de EU y México, observó como por la noche salían infantes disfrazados para pedir dulces, eso no le convenció pues a ella le gustan las fiestas largas, los Mariachis y el mezcal –al recordar esta última palabra se le hizo agua la boca por un sorbo de esa bebida- huesitos para que te quiero, a volar al bar más cercano.
En la cantina conoció a unos chicanos, ya encarrilada los agarró de terapeutas: les confesó su tristeza por haber perdido la brújula, no recordaba el camino a Aguas ni a Guanajuato, afortunadamente los paisas si conocían ambos estados, en una servilleta le escribieron las indicaciones precisas para llegar a su destino, la Catrina hizo bolita la servilleta, la guardó entre las escamas de la serpiente emplumada que pende de su cuello y engalana su vestido blanco y, con su última copa de esa noche, se dispuso a brindar por ellos.
Por la resaca, a la Catrina le falló el tino, llegó a Oaxaca justo el primero de noviembre, estilizada y serena decidió cruzar las nueve regiones que conducen al Mictlán para yacer definitivamente –balbucea que ya esta cansada de vivir, viajar, de volar y no tener reposo, ha trabajado cada minuto, un *titipuchal durante todos estos siglos-.
Se alegra al ver un altar de pocos niveles, enmarcado por arcos de color amarillos, al pasar debajo de éstos, su fragancia la envuelve, es su aroma, el perfume de la muerte, le dan la bienvenida al mundo de la humanidad, reconoce a cada personita de esas fotografías -tiene memoria de elefante- brotan lágrimas de sus cuencas coquetas al tocar el papel picado, le recuerdan las manos y creatividad de su papá, detiene su andar, guarda silencio en su memoria mientras observa jugar a la bola de infancia etérea.
El calor de las velas abriga sus memorias e iluminan su sonrisa que la caracteriza, sus manos de color pavón danzan en medio de la niebla que produce el copal, su efluvio la acurruca por esa noche.
Al día siguiente, la despierta el murmullo de las **ánimas adultas, quienes le ofrecen un vaso de agua, pero ella les pide un jarrito con chocolate amargo mezclado con café bien cargado y piquete, la catrina saborea la bebida de los dioses, le encanta ver comer mole, arroz y pan de muerto, cada alma se deleita con su comida y bebida favorita, para todas hay postre de calaveras de azúcar, amaranto y, por su puesto, de chocolate.
Este día es un festín para la garbancera y sus espíritus invitados, bailan, cantan y enloquecen por volver a estar con su familia, mañana desandarán el camino amarillo de la flor de muerto que las regresará al descanso eterno.
La calaca tilica y flaca se acerca al copal, a la flor de cempoalxóchitl, respira lenta y profundamente, quiere meter esos aromas hasta el tuétano de sus huesos, gotas de lluvia resbalan por sus pómulos salientes al escuchar su canción favorita en zapoteco, la llorona, interpretada por su adorada Susana Harp, hueso a hueso se va desguanzando, en pocos minutos pasa su muerte-vida delante de ella, finalmente ríe hasta morir….
Antes de la media noche, encontraron la servilleta con las indicaciones para llegar al bajío mexicano -se escuchó un ¡ah! por los presentes reconocen el dolor de morir lejos de casa– por el anverso encuentran el epitafio que ella misma se escribió:
Esta chula huesuda vivió apasionadamente cada instante,
mi belleza efímera evoca el amor de cada alma que he abrazado,
marca el inicio del regreso a casa, del regreso a Lo Nuestro1.
La celebración de Día de Muertos desde el 2003 la UNESCO la considera como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.
José Guadalupe Posada fue el autor de la conocida Catrina, gracias a su creación este día tan especial cuenta con un personaje representativo y peculiar.
1 Nestine, de origen zapoteco, significa “lo nuestro”
*Titipuchal. Significa mucho, un montón.
**Ánimas. Significa almas de los muertos.